Cuando un disco llega a tu vida

Publicado por La Caja Soundbox en

Felipe Inmoral / Vinilhólico
29 de Septiembre de 2020
Medellín

Los LP’s han estado en mis recuerdos desde mi niñez, en los 90s. Mi tío Nando tenía una colección amplia de los vinilos de música clásica de la SALVAT, unos 200 títulos, unas piezas plásticas negras que al poner una en el equipo, tenía primero un sonido extraño, como terroso y de pronto, sonaba a un volumen altísimo, un violín, un contrabajo  o un piano, siempre que el tío iba a poner uno a girar - él ponía el volumen al máximo, siempre decía que si era pasito no tenía gracia alguna - yo me paraba maravillado a esperar ese momento crucial de la explosión sonora.

Cuando el tío murió (lo murieron, pero esa es otra historia), mi papá alcanzó a agarrar algunos de los LP’s, que ahora reposan en mis estanterías, unos 20 títulos que atesoro.

Pasaron varios años antes de redescubrir el universo de la música en vinilo, y este breve relato se enfocará en tres encuentros maravillosos.

2017. Yo trabajaba de profe en el poblado, cerca al parque, a veces me ponía a buscar por redes, tiendas de música y cosas así, (en ese momento contaba con unos 50 discos, la herencia del tío sumada a algunas cositas conseguidas en la Bastilla o el pasaje San José). Me encuentro entonces con una nada famosa tienda “La caja Soundbox”, en el café Saramago, que tenía disponible uno de los más maravillosos discos de la historia (por lo menos a modo personal): Una reedición del Black Sabbath de Black Sabbath, nuevo, sellado, apenitas para destapar; eso me desesperó, lo necesitaba, me babeaba por ese disco, además, de obtenerlo, sería la primera vez que vería un Long play realmente nuevo, nunca sonado, sellado. Llamé a reservarlo y el viernes fui por él, creo que ha sido uno de los trayectos de bus más eternos de la vida.

Ponerlo sobre la cama, mirarlo, leer el sticker pegado en el extremo superior derecho donde decía “Limited edition 180-gram opaque red vinyl” romper cuidadosamente el plástico para tener acceso al LP, ponerlo a sonar a lo más que daba mi equipo mientras disfrutaba del hermoso Gatefold, un momento sublime.

2019. Eran las 3 pm,  en el Café Zeppelin no cabía más gente, especialmente atrás, La Caja Soundbox abría su nueva tienda física allí, yo llevaba mis ahorros destinados a discos e iba a reclamar un delicioso disco de SLEEP, que luego fue truequeado con Santana (les contaré después). En el lanzamiento de la tienda física, además de ver en persona por primera vez a Perlaza, Master Ariel Yogi, a Gruk, a Caro y Metropolitan, comenzaron las ventas, las manos se confundían como si fuese black friday en una tienda gringa y por milésimas de segundo logré adelantármele a otra mano y agarrar dos bellas joyas, una un soundtrack encantador: Whiplash; la otra, el brutal álbum negro de Metallica (el de los clásicazos The unforgiven y Enter sadman).  En casa, por la noche, la emoción era la misma; una sonrisa que no se borraba, un placer en los oídos, en el tacto y en el alma mientras sonaba CARAVAN y yo miraba extasiado el detalle y cuidado de la carátula y sus insertos, una imagen potente.

2020. El último gran encuentro que quiero mencionar está relacionado con una bolsa de papel de unos 34X34 cm que durante una semana en cuarentena me esperaba en casa de mis padres.  Sé de buenas fuentes que se puede ser miembro de un club secreto del que no se puede mencionar nada, lo denominare CVA para mantener su identidad.  Por medio del CVA se puso en mis manos uno de los discos que más me gustan, del que tenía en mi poder una edición colombiana producida con desgano por la Philips, una carátula maltrecha con marcas de haberse plegado en cuatro para guardarse en el bolsillo trasero de alguno de sus dueños anteriores, y que a pesar del scratch yo trataba de disfrutar a menudo. La bolsa de papel tenía en su interior un discazo, con un hermoso sticker, esta vez, en el lado superior izquierdo “PRESSAGE JAPONAIS, JAPANESE PRESSING…. AUDIOPHILE”, el delicioso: Love at First Sting de Scorpions; un absoluto deleite musical, una calidad maravillosa.  Un disco de segunda mano pero con una apariencia de recién salido del horno, brillante, limpio y perfecto.

Esta sensación de encontrarnos con un disco nuevo (para nosotros, para nuestra colección, no exactamente nuevo sin destapar) es un placer infinito, nos invita a entregarnos al deleite sonoro, a la experiencia sensorial total de la música, del descubrimiento, redescubrimiento y satisfacción de un deseo que al lograrse no desaparece, sino, por el contrario, se transforma en un placer aún mayor.


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  • Buena historia Inmoral!!! yo de mi tío también saque gusto por los discos. Otro día cuento mi historia.

    Yeison en

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